
Y mientras, resistiendo en ínfimos sucuchos, como un espectáculo de feria, el tango aguardaba en guerra, con pocos y buenos soldados milongueros que hoy reverenciamos como ídolos o mitos y que apenas tenían para comer. Todos los que hoy bailamos se lo debemos a ellos que no cejaron y que no se traicionaron nunca. Pero esta crónica no habla de ellos - tus pasos son la consecuencia de su teson - sino de los olvidados los que quisieron aportar a la batalla, peleando con chizitos. (traslation: chizito es un ganchito de maiz, en latinoamerica y aledaños). Como El gringo Pastorutti y Liginia Bardar. Amantes del tango y entre si, tenían una academia de tres al cuarto que funcionaba en los fondos de una antigua esquiladora y donde enseñaban rocanrol y twist, los ritmos de moda. Al gringo se le ocurrió que el tango podía ser una buena terapia para rehabilitar delincuentes y luego de mucho bregar con las autoridades penitenciarias consiguió que le permitieran dar clases en las peores cárceles del país. De su empeño nació el ballet Trabuco, integrado exclusivamente por reclusos y que dio con relativo éxito funciones en algunos teatros del interior. "Gallina" Morenin, El "cloacas" Andujar y Silvina "La cartógrafa" fueron alumnos modelo del sistema. Lamentablemente no hay testimonio gráfico o televisivo del ballet, porque se fugaron todos yendo para Chivilcoy. Durante un tiempo se recibieron noticias de una banda de atracadores que reventaban bancos en perfecta coreografia abundante en ganchos y sacadas. Pero son leyendas urbanas, como la de que Gardel sobrevivio al accidente y cantaba por los tugurios con la cara quemada o la de que Maximiliano Guerra bailaba milonga.
El empeño de la editorial Sacabocado es mas ignoto y sorprendente. Tonino Gargajini y Valdemar Chanana eran dibujantes, milongueros, borrachos y mediocres. De su autoria horribles historietas como "Chalupa y Magullon", "El Bombero Cholga" y "El contador Anselmo". Viendo el filon de las "Locuras de Isidoro", de Quinterno, en el que se narraban las correrias nocturnas de un playboy porteño por las distintas discoteques y boliches bailables, estos tunantes quisieron extrapolar lo mismo al tango. De sus torpes lápices nacio "Polidoro, milonguero y manirroto" que solo duró dos números. El guión era claramente un robo: Polidoro era un niño bien, derrochon y mantenido al que su tío el Coronel Cagotes le cortaba el chorro y tenia que sobrevivir mangando a los amigos o inventando negocios para sacar dinero. Daba clases a turistas, organizaba eventos ficticios para engañar a los pueblerinos e incluso montaba cursos disparatados con los que aunaba tango y disciplinas dispares como origami, ikebana o tiro al blanco. Todo de tarde, porque Polidoro era un vampiro. Detestaba la luz del sol y el trabajo. Pero tenia ingenio para estafar y la característica "viveza criolla" que tanto gusta a los vividores y que cuesta erradicar del imaginario colectivo. Así el tipo iba de la estafa a la milonga, de la milonga al hipódromo y si tenia tiempo a ver a su noviecita "Pachorra" que le consentía los gustos. Decir que la historieta fue un fracaso es poco. El guión, imaginado en las milongas, se perdia en las primeras páginas o a la segunda botella. Nunca se supo como era Polidoro porque Gargajini jamas lo dibujaba igual. Hoy encontrar un numero de "Polidoro, milonguero y manirroto" es una proeza. Encontrar por la milonga tipos que se le asemejan, es, desgraciadamente mas frecuente. Y es que en estos tiempos de abundancia tanguera y crisis economica cualquiera se anima a dar clases sin saber, mientras los que de verdad saben, van dando vueltas de aquí para allí como pobres cristos sin cruz y con la espina cada vez más clavada en un alma a la que no le queda mucho tiempo o energía para firuletes...
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