
Al punto todos los bailarines de la ronda comenzaron a girar descontroladamente en vuelta americana de vértigo, alternado derecha e izquierda y cantando a los gritos un horrendo estribillo que decía "LAS MUJERES SON TREMENDAS CUANDO SE QUIEREN CASAR, LAS MUJERES SON TREMENDAS CUANDO SE QUIEREN CASAR".
Los que no bailaban y estaban al costado de la pista el ver esta anomalía comenzaron a reír primero y luego a dar grandes voces de alarma, que sumadas a la cacofonía general y a los comentarios de los glotones de las mesas acrecentaron aun más la histeria colectiva. Así, la vuelta americana degenero en un inmenso baile de salón de gestos exagerados en el que los bailarines fueron casi descoyuntandose por los movimientos, sin poder cerrar ningún tango.
Quien estaba a cargo de la música, al que para preservar su intimidad llamaremos simplemente "Roque Torcuato Medinacelli Arancibia", intentó sin éxito apagar la disquetera, ya que era en el tiempo en el que aun se usaban CDs y compilados y al no lograrlo opto por desconectar el equipo, cosa que afirma haber hecho y que no dio resultado pues la maquina misma comenzo a difundir en versión rápida "azúcar, pimienta y sal" ante el pavor de los asistentes. Hubo quien manifestaba ver al diablo, con cara de Carlos Gardel en medio de la ronda, cantando "el lloron" y pisoteando a la supuesta elite de la milonga con patas de macho cabrio. Y hubo quien juró sobre la biblia que había visto a dos notorios bailarines moviendo un rabo de oveja y haciendo el recitado de la cumparsita de Celedonio Flores al revés que viene a ser el antitango y que suena mas o menos como "haceme Cucu" de Varela.
La cosa fue a peor. Un par de milongueros recién llegados intentaban en vano atarse un par de milanesas que habían pedido para comer a los pies, mientras masticaban los zapatos de baile flexibles. Un grupusculo de beatos venidos de las inmediaciones intentaba vanamente realizar un exorcismo colectivo invocando la sagrada imagen de San Finito Escabiadin y cantando "Así bailaban mis abuelos", recibiendo tortazos - no se sabe si con intención - de los que no bailaban. Los bailarines se habían ido despojando de las ropas pero no podían acercarse porque una fuerza misteriosa los obligaba a mantener un abrazo abierto, hecho que provoco infartos, descompensaciones y alguna decepcion, sobre todo visual.
Al final, alertadas las fuerzas del orden público fueron aislando, reduciendo y retirando a las parejas y trasladandolas a centros sanitarios, sin que se pueda decir que fue de ellos y si recuperaron la cordura.
Aunque muchas veces aparece por las milongas uno de estos endemoniados.
Pero son casos aislados.
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