Quince años!!. Parece poco pero hay que estar al pie del cañón, cada jueves, ininterrumpidamente. La noche se pasó como un suspiro y se quedó en el alma como el silencio posterior de ese suspiro. Amigos, compañeros de milongas, de tandas, conocidos y desconocidos, brindábamos por todo y con todos, en la celebración de un espacio ganado a pulso, como una casa con salón grande en donde uno lo pasa siempre bien. El Pibe, que no frecuenta nunca el calor y siempre va con saco, hasta hizo ademán de sacárselo, de encendido que estaba.
A medianoche exhibición: Fausto y Stephanie. Se fueron aquietando las parejas. Hubo palabras emocionadas y recuerdos agitados en la memoria de muchos de la vieja Guardia. Abrazo emocionado y beso prolongado de los Anfitriones Antonia y Victor.
Y ahí nomás se largaron los muchachos sin mas preámbulos a bailar. Lo resumiré en tres palabras ¡Ay mamita querida!!!. Les dejo el vídeo que el cronista ocular de la milonga Barcelonesa, el maestro Lahoz hizo de la milonga.
Y entonces, sonó el compás: nota de piano, nota de piano, nota de piano: A Evaristo Carriego, Don Osvaldo.
Los dioses habían decidido por mí. Camine anchuroso, desplazando mis miedos, acorte distancias, la boca preparada, el pecho palpitante. Directa mirada a los ojos. Abrí la boca en semi sonrisa y entonces apareció al lado uno, uno, un cero a la izquierda, un vil, que la sacó a bailar. ¡¡¡LA SACO A BAILAR!!!, Un miserable! un indigno que había venido con su pareja. ¡¡¡LA SACO A BAILAR!!! A BAILAR!!! . ¿Que hacia, me pregunte, entre furibundo y cegado por una rabia homicida un tipo que no se jugaba nada, un tipo casado, sacándola a ELLA en la tanda romántica por excelencia? ¿Queeee, Carajoooo, Haciaaaaa?.
Me entró como un quemor, como si me hubiera tomado una botella entera de anís mezclado con Arsénico. Iba a irrumpir en la ronda y a repartir sopapos, yo que soy un hombre de paz, un emotivo. Hasta el Pibe viendome alterado dejó de bailar y me metio en un taxi pidiendole al taxista que conduciera con las ventanas bajas. Quise volver, pero el daño ya estaba hecho. Atras quedaba la celebracion de los Quince años de la Casa Valencia: Todos euforicos menos uno. El Pibe me consolaba, aduciendo que si había sido cosa de los dioses milongueros, los mismos dioses habían decidido la intromisión del meterete Conyugal, para que tuviera una oportunidad mejor. "Catulo, el sábado en la milonga enmascarada, ahí esta la carta ganadora, la del Por fin". No se porque le hice caso. Habíamos recibido la invitacion especial por internet. hacia tres semanas: Milonga de carnaval. Obligatorio ir con mascara. Me había olvidado.
El sábado en la milonga enmascarada, en una casa chic, con suelos de madera, interesantes cuadros y ambiente martini, en agradable compañía, con disfraces, mascaras, vino, baile y fuego en el jardín todo estaba subvertido. Gente de negro estaba de blanco y sobrios de colorines. Tipos tristes estaban alegres, pibas lindas se habian afeado, pibas interesantes estaban hermosas, y hermosas estaban realmente preciosas. Vestido con mi mejor gala de Profesor Jipi y un antifaz tipo Avispon Verde, atisbé en la profundidad de los ojos de las gentes, en su forma de bailar, en su manera de abrazar, en la impostacion de sus voces. Pasaron tandas clásicas, nos metimos de lleno en el tango nuevo y el tango electronico, pasaron las coreografías e interpretaciones todo sugestión y belleza de Gisela y Alejandro. Se apagaron y se encendieron velas, se intercambiaron identidades y pelucas, se pasó el tiempo, la lucidez, la borrachera y la alucinación. En vano fatigue rincones y grupos. En vano olisquee y olisquie queriendo encontrar la conocida y querida fragancia.
No estaba.
ELLA no estaba. El conyuge palurdo si. Lo reconocí porque disfrazado de agente de la ley le hizo la misma jugadita a un pobre polichinela, que se quedó a media conversacion con una piba que frecuentó bailando a lo largo de la noche y desde entonces se dedico a embriagarse y a bailar contac restregandose por el suelo.
Uno puede tener el favor de las deidades milongueras y el guiño del azar a su favor. Pero no se puede hacer mucho cuando uno juega contra bobos que tienen cartas altas sin merecerlas.
Pero no me resigno. Aunque tenga tres cuatros, sé que pronto me llegara ese dulzón estremecimiento, ese embotamiento de los sentidos que es primero incienso y luego bálsamo y requiebro.
Y entonces...entonces...