
Esto hacia que la milonga fuera divertida y que la gente bailara sin echarle la culpa a nadie.
Con la entrada, que costaba solamente 2 pesos, se entregaba un numérito escrito a lapiz en hoja de cuardeno Laprida, que servía para un sorteo. Pero allí no se regalaba nada. Quien resultaba ganador se encargaba de hacer la exhibicion de la noche y esto hacia que todos los que asistían pudieran alguna vez experimentar los aplausos o los abucheos del publico, que por lo general era
La ronda era fluida, porque el suelo de tierra no permitia mucho giro ni verduras. Lo que obligaba a caminar en el compás. Si veían a alguno intentando hacer firuletes lo mandaban al costado, en donde alguien había intentado hacer una cancha de bochas fallida, pues era de parquet. Allí se hacinaban siempre cuatro o cinco parejas que se desfogaban con giros y sacadas sin molestar a nadie.
Se bailaba distendido, se conversaba amigablemente, siempre de causas perdidas, se comía con ganas y se bebia el peor vino, capaz de producir una resaca atroz, migrañas y conciencia social. Al final de la noche con la cumparsita llegaba el cántico final, coreado por todos los asistentes: "La internacional" en ritmo de dos por cuatro y todos salían a la pista e intercambiaban abrazos brindis y empanadas.
La MILONGA PUEBLO, duró un año. Los amigos Trozcos siempre estaban llorando miseria y haciéndose los humildes mientras se llenaban los bolsillos con la barra y la concurrencia que llego, en sus mejores noches a las quinientas personas. Un viernes de invierno, los milongueros encontraron el gallinero cerrado y desmantelado. A la otra semana una cuadrilla de obreros que estaban poniendo los cimientos para un centro comercial. Los Trozcos están en paradero desconocido desde entonces.
A veces, cuando el vino de una milonga es tan intomable que no sirve ni para buches, me acuerdo de aquella milonga y tengo ganas de volver a bailar en su pista de tierra.
Pero al final, lo único que consigo es un monumental dolor de cabeza que a veces me dura un par de días, como la melancolía.