* La siguiente carta llegó a nuestra redaccion esta mañana.
Consideramos que quien la escribe no tiene claras las fronteras entre
realidad y ficcion. Y está muy mal.
Señor:
Me llamo Adolfo Pecorini Gra. Mi nombre no le sonara de nada, como
tampoco el de Marcela Ramirez Suker, Borja Buglieni, Pepita Valeron o
Mimito Predi Clausen. Pertenecemos una asociación llamada H.D.M.D.F
(Hijos de milongueros de festivales) y que nuclea a ex hijos de
milongueros. Durante toda nuestra infancia fuimos abandonados en un
infame hogar transitorio para niños cada vez que daban fiestas a nombre
suyo y de su mujer Easter o pascua - como la llamaban en el barrio -
Al igual que a fin de año hacían con su colega, ese otro gordo farsante
y malintencionado que se hace llamar Papa Noel aunque también responde a
otros alias como Santa Claus, San Nicolás, o el niñito Jesús, extraño
apodo que sin duda le deben haber puesto cuando estuvo en la cárcel. En
fechas como estas, luego de largas e infructuosas sesiones de
sicoanálisis y terapia volvemos al nefasto sitio donde nuestros
progenitores nos dejaban y tratamos infructuosamente de rehacer nuestras
destrozadas vidas. El lugar se llamaba "Hospederia para milongueritos
infantiles Cuquis". Un sitio lleno de fantasmas y malas experiencias.
Allí
soportabamos como podíamos con nuestros pequeños corazones infantiles
el jolgorio festivo en el que tantos intentaban encontrar algun sentido a
su vida trasvistiendose con capuchas y bonetes o - como lei hace poco
en una publicacion cientifica seria - clavandose semi desnudos a cruces
filipinas. Y esperabamos, esperabamos en un tedio lleno de historias mal
contadas por dos rufianes borrachos que todo volviera a la normalidad y
pudiéramos reintegrarnos a la afectuosa rutina de un hogar simple y
común de gentes adineradas y ligeramente normales. Distantes pero
enloquecidas por la milonga, a tal punto de aprovechar cualquier
escapada o fin de semana largo para meterse en festivales o
tangomaratones. mientras se dedicaban a hacerles festejos a ustedes.
Pero nunca volvíamos a la normalidad. Y siempre a la casona de la Calle
Lagartos 32, que ahora tiene precinto policial luego de que la señora y
sus secuaces fueran detenidos por malversacion, abuso y agiotismo. Y,
como siempre los principales instigadores están sueltos. Gozan del
beneplácito y la aquiescencia general. Lo digo sin pelos en la lengua.
A usted señor Conejo de Pascual, al señor Gordo maligno Claus, a su
señora la santa Pascua y a todos los rufianes como los reyesuelos esos
de oriente que nos arruinaron la vida entonces y ahora cuando aun
despertamos desconsolados - tal como hacíamos en la hospedería en mitad
de la quietud ominosa de la noche - les debemos esta inseguridad, esta
vida vacía de sentido y llena de recuerdos horrendos. Desde los cinco y
hasta los dieciséis años, en que huí de casa y me refugie en la
seguridad del hogar de un quinielero fanático de Donato estuve odiando
la fiesta en su honor. Y ni siquiera podía saber cuando caía, porque
todos los años era en diferente fecha, a diferencia de la montada por su
compadre delictivo el señor gordo demente de la Navidad.
Nuestros
padres milongueros enfebrecidos por la ceguera y la locura de bailar
suplían con dinero lo que no podían comprar con cariño, creyendo en su
inocencia y en su liviandad que nos dejaban en buenas manos y nos abrían
las puertas a un mundo de complicidad y comprensión que compartiriamos
con ellos, ya mayores. Haciendo como hacen esos hijos dilectos que se
vuelven compinches de sus padres y comparten experiencias y vinos con
ellos.
Pero no señor Usurero Conejo de Pascua caga huevos de
colores que se transforman en chocolate con sorpresas por culpa de los
empresarios del ramo. No señora Hedionda Pascua perversa empanadera de
atún grasoso y espinaca sosa Easter. No señor Gordo flatulento mata
nutrias peletero Santa Claus, o como figure en el expediente que de
usted tiene la policía y las fuerzas de seguridad, sea de la nación que
sea. La realidad, nuestra realidad de hijos consentidos y ricos de
padres con el cerebro carcomido por el tango era otra muy diferente. En
aquella casa inmensa con cortinados en los que se reproducían escenas
de milonga y valses y donde a la hora de comer solo recibíamos alfajores
con el dulce de leche vencido y sanguches de miga con el queso arqueado
como una bailarina de ballet en extraña pose; Donde nos llenaban con
zumos mal hechos y refrescos que en vez de proporcionarnos una piadosa
inconsciencia por las noches nos mantenían en vela escuchando la maligna
e invasora presencia de una versión lenta y aberrante de "haceme cucú"
aprendimos la lección que nuestros inconclusos estudios no nos
enseñaban: A odiar lo que representan sus fiestas, fiestas que otros
dedican a procesionar para obtener alguna dispensa celestial por sus
conductas reprobables de todo el año, fiestas que tampoco tuvieron nunca
aquellos otros huerfanos desvalidos del tal Dickens que solo reciben
para comer hueso de caracu sin tuétano, patata arenosa y cruda regada
por un chimichurri que no viene a cuento y olor a ajo. Y si unos se
ponian trascendentes y los otros recibian palizas y eran obligados a
robar, nosotros no fuimos menos. Nos apalizaban con boleazos a pierna
abierta en medio del culo. Y teniamos que robarles zapatos de diseño a
nuestros padres. ¿Cuantas noches gritamos abrazados a peluches
mugrientos con la cara del Cachafáz o de Libertad Lamarque mientras
nuestros padres se abrazaban en infinitas tandas, sin siquiera efectuar
una sola llamada al hogar de esa Mujer terrible, desfigurada por los
celos y la soltería, a fuerza de planchar en los bailongos por su
orgullo que le impedía hacer clases?. Esa mujer a la que esquivaron los
cabeceadores mas afamados de su época forjando su carácter inflexible y
ruin, agriando su belleza natural e incoando un vengativo plan que la
llevó a montar un hogar para niños ricos, un sitio que muchas veces en
mis pesadillas he identificado con el infierno? Usted No sabe lo que es
levantarse en mitad de la noche con los ojos arrasados por el llanto,
los pies fríos y los oídos llenos del "haceme cucú", siendo descubierto
en mitad del pasillo por los esbirros de la Señora: Jacinto y Ubaldo,
dos profesores frustrados de canyengue que nos obligaban a hacer ochos
mal hechos contra la pared hasta que caíamos rendidos de cansancio.
Usted no conoce lo que es escuchar esas espantosas historias de la
milonga y los cuentos de navidad y de pascua con la que esos tipos que
se creían narradores nos atosigaban, endilgandonos sus hazañas cual si
fueran héroes. No conoce las miserias de los huerfanos por el tango, con
padres disolutos e irresponsables que daban menos crédito a nuestras
suplicas, miedos, desatencion infantil que a las palabras de Malena
Cuquis y los efectivos cancerberos que arruinaron nuestra vidas y
cumplen condena por contrabando de cromos.
Ahora ya es tarde para
exigir responsabilidades. Hemos aprendido con terapia a perdonar a
nuestros antepasados, pero quedan algunas cosas que no podemos pasar por
alto . Y no estamos solos. Hay muchos que padecen con angustia sus
fiestas y no todos son milongueros o hijos de milongueros o
milongueos. Estamos contactados con otros afectados como el colectivo
T.T.L.F (Trabajadores de todos los festivos), A.F.N. (Angustiados de
familia numerosa) y la O.P.A.F (Odiadores patológicos de alegría
forzada). Sin contar todos aquellos desdichados seres a los que no les
queda nadie con los que festejar, personas tristes y a los que
injustamente se les endilga el rotulo de "Gentes sin espíritu". De
pascua, de Navidad o de la fiesta que sea.
No crean que saldrán
impunes. Juntos los iremos a buscar, y les haremos pagar, se escondan
donde se escondan. Ya sea en un mundo de fantasía, en una creencia
religiosa o donde sea que ejerzan su poder fantasmal.
Y les bajaremos todos los dientes para que aprendan.
Quedan advertidos.
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