La Chata Choripanera del Uruguayo Pococho nos dejó
un poco antes de la medianoche en la entrada del "Levante" la milonga
del Barrio de Pichincha, erigida en un antiguo prostíbulo y con la pista
en donde estaba un patio cubierto al que se abrían las puertas - ahora
con mesas y sitios para degustar las bebidas, las picadas y adentrarse
en la ronda - que antes habían sido la frontera entre la intimidad
manoseada del burdel y el colorido bailongo de tango marginal. Pitón
Pipeta había ido a pactar con sus amigos un pasaje en el barco
milonguero. Nos acomodamos en una mesa en el ala oeste y al fondo del
salón, donde ya estaba Cesar, anfitrión del Pibe Pergamino cuando
milonguea en los Rosarios y amigo a los dos lados del océano,
compartiendo cerveza Con Javier Loguzzo. Nuestra amiga Mariana, la
dijey musiquera , con un colorido vestido de diseño propio en
consonancia con su alegría energética subía y bajaba por una escalera
muy vertical y parecida al carajo - la cofa - de un bergantín, con gran
agilidad y un profundo conocimiento del ambiente, que en ese momento
estaba Canariando enardecido para bajar las pizzas y la comida. Busque a
los muchachos de entonces: Jóse, el Colo, Erika, Anibal, Adrián, Gabi.
Ninguno estaba. Y la media tendía a la madurez, cual si el insidioso
influjo del Tucumano Pastura, a fuerza de vender productos tan baratos
como sus clases se hubiera metido en la milonga y arrebatado a la
colorida juventud milongueril llevándola a una dimensión extravagante.
"La pibada se va atraída por mercaderes y profesores de ocasión que
venden cursitos baratos y porquerías. Ni jipis simpáticos nos quedan"
Decía Cesar. Mire la pista concurrida, pero no conocida. En los
movimientos de los bailarines me pareció vislumbrar la gloria de
aquella calle, otrora nexo principal con el comercio internacional de
mercaderías desde el puerto y el ferrocarril, zona de esparcimiento de
marineros y visitantes ilustres. Y también toda su miseria de lupanar
inmenso y territorio gansteril, ahora redimido en un barrio con los
mejores restaurantes y bares de la ciudad.
Melancólicamente y como
si me lo susurraran fantasmas no pude dejar de exclamar parafraseando
al Marlow de Conrad un previsible: "Y también este ha sido uno de los
lugares oscuros de la tierra".
Apenas tuvimos tiempo de gozar la
camaradería de nuestros amigos e imbuirnos de noticias novedosas de
Angelito, Vila; Juan, Toto, María Rosa, Ilka, Marta, Hernan, Daniel y otros
ilustres de la milonga Rosarina. No hicimos mas que zamparnos un
familiar de milanesa y ya vino a buscarnos Pitón Pipeta para llevarnos
al barco milonguero que pronto zarparía hacia algún lugar cercano al
Impenetrable Paraguayo y al encuentro con nuestro antagonista. Mientras
nos íbamos se nos acercó un mercachifle con un librito: "Curso
milonguero del Tucumano Pastura" y un falso corta rondas Balbastur del
catalogo para boludeces otoño-invierno. Sin darnos tiempo a reaccionar
Mariana le acertó un Tortafritazo en medio de la nariz, mientras nos
saludaba desde la la altura y nos daba recuerdos para "Juaninacio" - el
Pibe Pergamino - que andaba en Japón con el profesor Zilencio.
Carlitos Quintana remato el tortafritazo al poligriyo con una sacada
lateral que lo alejó de la pista. Sonaba Bowie en el intermedio. Las
parejas volvían a las mesas sin enterarse. Ya en la puerta Cesar nos
despidió imitando a Marrone al grito de: " Tengan cuidado, Mamita
Querida!".
Caminamos veinte minutos hasta el embarcadero. Bajamos
la escalera de uno de los clubes de pesca, en donde aún había un par de
mesas ocupadas en degustar un asado del que nos llegaba aroma a
humo tardío y surubí - y bajando por un espigón de madera ennegrecida
llegamos a un muelle donde se leía en un cartel "excursiones
Milongueras Paraná - Te llevamos a la milonga que quieras y te dejamos
bailar y pescar. " Zarandeado por las crecidas aguas marrones se veía
el barco. Apenas era un lanchón de madera con el sugerente nombre de
"Racciatito". Los aparejos medio podridos, una pequeña cocinita a gas
que alimentaba la barra y un armazón de aglomerado con motivos
tangueros sin proporción ni arte bajo un toldo de lona verde. 9x4
metros de esperpento. Todo se veía un poco sucio y desprolijo. Quise saber a quien se le había ocurrido poner una
milonga flotante en un barquichuelo como aquel, para luego hacer un tour por imaginarias milongas a la vera del río en un remedo
decadente de un crucero y que saliera a las dos de la mañana. Luego al
ver la cara de Huguito Flin y su socio Jimi Gray oteando el
embarcadero lo entendí. "Estamos en manos de un demente" susurro Romulo
Papaguachi. Hubo ruidos en el muelle y vimos acercarse a cuatro
milongueros que tenían la bolsa de los zapatos en una mano y cañas de
pescar en la otra. Dos parejas con vestimenta entre náutica y
banquete llegaron y luego de pagar la excursión - no le pregunté a
Pipeta cuanto costaba - se acomodaron en los bancos tapizados de rojo
Puig. La experiencia se perfilaba como turismo aventura para tangueros
aburridos. El indio miraba un poco sobresaltado el bamboleo del barco
extrañando a su caballo manchado. Bajamos y dejamos nuestras cosas en
cuatro literas de un camarote pequeñin. Arriba sonaba Donato y me
acorde de un video donde El amigo Gabi Soda baila picado y con
marea. Pronto llegó mas gente y el bailongo ganó en
ridiculo. Un hombre subío al barco, con una caja llena de huevos y una
ardilla.. Eran Las dos. Jimi atendia la barra y repartia una primera
particion de chipá quemado. A ultimo momento llegaron tres Italianos
que casi erran el salto y caen al agua. En ese entorno irreal dejamos el
muelle carcomido y comenzamos el verdadero viaje al centro de la
oscuridad en la que adivinabamos la voluntad de Pastura imponiendose al
normal desarrollo de todas las milongas desde el corazon de las
tinieblas.