" Querida Evelia, te escribo ahora,
cuando no hemos aun librado la batalla contra los infieles
SINCOMPAS. Temo que esta sea mi ultima carta hasta que nos veamos, o
en general. Desespero de ansiedad por una gran batalla, que acaso no
se produzca. Hasta ahora solamente hemos librado escaramuzas sin
importancia con tribus menores como LOS SUDOSOS, LOS CRUZA RONDAS y los MALÉVOLOS 70 - así llamados porque se empeñan en hacer 70 pasos en un solo tango - que en su momento creímos importantes
victorias y se han desvanecido, como se han desvanecido los
pocos prisioneros SINCODIGO a los que el padre GARNACHA intentaba inculcar los
beneficios de la urbanidad en la ronda. Estamos siendo sometidos a una
implacable guerra de guerrilla que socava el animo de la tropa y
destruye la moral alta con la que iniciamos esta gran cruzada
evangelizadora. Se han producido algunas deserciones notables y
aunque avanzamos por el territorio enemigo sufrimos por el
hostigamiento de un contrincante invisible y tenaz que amparándose
en las sombras mina nuestras fuerzas con sacadas y voleos. Así han
caído Giudice, Giraudo, Giro, Gireti y sobre todo mi amigo Girini,
que con el tobillo destrozado me pidió pusiera fin a su
existencia ahogandolo con una bolsa de cuerina. Tal es el terror que
ni siquiera nos animamos a ir a evacuar en el campo llano. Dos
reclutas fueron literalmente sangucheados con la bragueta baja. Los
enterramos junto con un odre despanzurrado de vermut que alguien
saboteo, durante la noche anterior, aguando el vino y destrozando los
zapatos. Era un espectáculo espantoso ver todos aquellos zapatos a
los que los infieles habían escalpado, dejando los cromos en carne
viva. Además se llevaron los salamines y el charcuto que habíamos
puesto a calentar sobre la fogata en donde deberían haber estado los
vigías. Digo deberían, porque nadie los volvió a ver. Era tal el
desaliento que arrastrando las tiendas y la lona de circo que nos sirve de ronda y nos da soporte espiritual emprendimos la retirada, en
una huida hacia adelante que no tiene fin. Fieles a la manera y al nombre de nuestro pelotón nos mantenemos girando sobre nuestro eje para que no nos
sorprendan mientras avanzamos.
Pero esto es agotador. Mas teniendo en
cuenta que los salvajes cantan con horrible estridencia tangos que carecen completamente de métrica y sentido. Sus voces nos llegan distorsionadas
por los cerros, provocando desazón y locura. Intentamos animarnos cantando Tangos de Canaro y Firpo pero es inútil. Un cabo llamado Girulo,
salio corriendo y volvió, con los ojos desorbitados y un taco aguja
clavado en medio del vientre. Sinceramente ninguno de nosotros espera
salir con vida de esta aventura. La foto que te envío es de un día
después a la partida. Cuando aun conservabamos las tiendas. Las
hervimos ayer, con agua y cera para aliviar nuestro hambre. Prefiero
que me recuerdes así a mandarte una foto de ahora, en donde estoy con
los cabellos en revuelo, los zapatos desatados y los tirantes
sujetando a modo de torniquete una herida.
Te amo.
Adiós amada mía. Tuyo. Sargento de infantería Sanguchito: Pelotón giro: Ramiro Trompo.